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No Cambios en Cuba – 2

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Por Darel Avalus Zímertan (zimertan@gmail.com)

Separadas por unas semanas, aparecieron recientemente en la prensa nacional dos noticias que deben haber despertado muchas interrogantes y otras actitudes menos confesables entre buena parte de los lectores.

La primera apareció cuando meses atrás se suscitaron en la población del país acaloradas (y justísimas) discusiones relativas a los precios de los productos agrícolas. Ella refería que, a fin de ayudar a todos los interesados a encontrar precios racionales, ¡el Ministerio de Agricultura elaboraría suerte de cartas tecnológicas que detallarían cuánto cuesta producir cada producto!… Personalmente, me costó trabajo imaginar que esas cartas no estuvieran confeccionadas… O sea, que todos habíamos estado discutiendo cáscara de piña.

La segunda noticia informaba a la población que comisiones de expertos de las diferentes ramas del país habían finalizado un estudio de todas las instalaciones industriales y fabriles existentes, con el objetivo de determinar las capacidades de producción reales de la nación en términos de tipos de artículos, las cantidades factibles y la calidad de los mismos… Sinceramente, falto poco para que no me cayera del asombro: ¡¿así que uno aquí hablando de “desarrollo” (sin que nadie adelante exhaustivamente cómo diablos entender ese término dadas nuestras condiciones) y todavía las altas comisiones de expertos no sabían cabalmente qué podemos producir?!

1. Por lo expuesto, tal vez uno de los no-cambios cuya resolución reclama la población con mayor urgencia se relaciona con el acceso a información de su interés, no solo porque ese es un problema que –sin incremento de los canales existentes– depende más de decisiones políticas que de limitaciones materiales, sino por el simple hecho de que sin ella es imposible emitir opiniones certeras… El “me dijeron”, “escuché decir”, “tengo entendido”, “me parece”, “se comenta”, solo sirve para crear “estados de opinión”, no proyectos nacionales ni conductas ciudadanas responsables. Sin información, la democracia no es posible, y sin democracia participativa (no formal) –ya se sabe–, no hay futuro socialista alguno.

Por otra parte, dado el nivel de conocimientos alcanzado por la población (no solo en Cuba, por cierto) es inefectivo y contraproducente alabar lo que no se puede criticar, o exponer eventos que solo poseen ventajas (o desventajas), sin señalar los referentes que permiten hablar de unos u otros atributos.

Las noticias que mejor revelan los prejuicios de la omisión de referentes son las “porcentajistas”. Por ejemplo: “Sobrecumplió (incumplió) la empresa X la producción de Y en Z porcientos”… ¿Qué demonios significa eso?… Si, sea el caso, se trata de una fábrica de libretas que produjo dos libretas este año para una población de 100 niños y sobrecumplió en un 100% por haber producido el año anterior una libreta, es claro que faltan datos; tanto más si hubiera una fábrica similar en Busurulandia que produce 120 libretas en el mismo período de tiempo, con idénticos recursos, para 15 niños. (Lo peor es que quizás nos enteremos de la buena nueva porque el periodista fue enviado a reportar la fiesta fabril por el sobrecumplimiento).

2. Uno de los no-cambios más absurdos (y consecuentemente inaceptables) que provoca muchos malestares en la población de las maneras más inimaginables, se refiere a las deformaciones del mercado nacional, resultantes de la carencia de una estructura racional del mercado. Tanta más aberrante parece esta situación si tenemos en cuenta que los documentos rectores de los procesos de cambio en el país apuntan a otorgar al mercado un papel sobresaliente en su futuro.

Como conocemos (y padecemos) los habitantes de esta isla impar, en Cuba hay una sola entidad importadora. La principal ventaja de esta peculiaridad reside en que permite concentrar mengües recursos bajo una sola voluntad y, en las condiciones de comercio interestatal que primaba en el pasado, parecía una arquitectura bastante buena. Su desventaja estriba en que la inevitable enormidad y complejidad de las tareas de semejante entidad la convierte en un lento mastodonte, incapaz adicionalmente de prever las necesidades materiales a mediano plazo de toda una nación. Esa insuficiencia se evidencia más ahora cuando prima el comercio entre empresas, en un mundo globalizado por las transnacionales…

Con el ánimo de “adquirir más con menos”, los importadores cubanos aceptan muchos productos no homologados (o parecen hacerlo, dada la escasa calidad de los mismos), por los que las tiendas ofrecen una garantía ridícula, con cero protección para el cliente.

Para empeorar las cosas, los consumidores cubanos, incluyendo los empresarios privados, tenemos que comprar en tiendas que fungen como mayoristas con precios inflados minoristas… En otras palabras, poco, caro y malo.

Como es del todo imposible que los almacenes mayoristas vendan al detalle, casi de manera natural han surgido minoristas no autorizados, cuyos precios son desde luego superiores a los de las tiendas estatales de las cuales se abastecen… Esos “minoristas por la izquierda”, provienen de la cuantiosa población cubana flotante que engrosa la economía informal. Su presencia permanente en las tiendas les permiten acaparar cualquier producto y su numerosa membresía acercar definitivamente los artículos a los consumidores al menudeo. Son ellos quienes deciden de manera monopólica los precios de esos bienes. ¿Quién paga tantos desmanes? El archifamoso cubano de a pie.

Por el momento, es todo, para no pasar de las 900 palabras… Pero hay más.


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